Todo lo que tenés que saber sobre turismo comunitario en Argentina

San Francisco de Alfarcito, en Jujuy, es una comunidad pionera y cuenta con un circuito que permite a los viajeros vivir en lugares rurales en su estado original, con propuestas locales únicas.

San Francisco porque es el patrono del pueblo. Alfarcito porque, allá por 1946, la siembra de alfalfa - sobre todo para el forraje - era una de las actividades más importantes de la comunidad. La combinación de ambos íconos dio origen a un pueblo escondido entre montañas y suelos rojizos: San Francisco de Alfarcito. Sus calles de tierra, construcciones características y calidez propia del norte argentino escriben el prólogo de un libro cargado de cultura, ayuda comunitaria y sustentabilidad. Porque pisar Alfarcito es adentrarse en un mundo paralelo donde la premisa del disfrute y la conexión con las raíces aborígenes se respeta a rajatabla.

La organización interna que despliegan se remonta a los orígenes del pueblo y funciona a la perfección. Todas las tareas están distribuidas equitativamente, respetando a la naturaleza, aprovechando los recursos disponibles y haciendo partícipe a cada integrante del lugar. “Nosotros heredamos el sistema de organización de nuestros abuelos y ancestros: trabajo solidario, común y entre todos”, cuenta Guillermo Quipildor, guía local del pueblo y miembro de la comisión donde se debaten los principales proyectos. La comunidad aborígen tiene su propio sistema de gobernanza, con un líder (comunero) elegido mediante asamblea y comisiones para estructurar las distintas labores diarias. Cada uno colabora para beneficiarse entre todos: esas son las bases de la convivencia. 

En el año 2000 Alfarcito abrió las puertas a una nueva etapa, siendo pioneros en la temática. ¿Y si toda esa sabiduría y cultura se compartía? ¿Si los trabajos del día a día se convertían en un servicio brindado a personas por fuera de la comunidad? Las respuestas a esas preguntas llegaron con la implementación del turismo rural comunitario, es decir, actividades turísticas desarrolladas en medios rurales y basadas en la participación activa de la población local. De esta forma, Alfarcito se preparó para recibir viajeros de todo el mundo listos para vivir una experiencia inmersiva en la comunidad, respetando la cultura nativa y compartiendo momentos con los integrantes de la misma. Hospedaje, gastronomía, guías de turismo, exposición y venta de artesanías: todo enmarcado bajo las raíces locales.

Ahora bien, ¿cuál es el objetivo de la práctica y cómo se lleva a cabo en San Francisco de Alfarcito? Nadie mejor que Guillermo Quipildor para invitarte a viajar al corazón de Jujuy:

¿En qué consiste el turismo rural comunitario?

Es básicamente una actividad que nosotros determinamos como un buen vivir. Es estar en armonía con todos los seres que nos rodean y con nuestros hermanos, tomando como base la sabiduría ancestral y aplicándola. Justamente por eso está ligado al medio ambiente o el ecosistema donde vivimos. Nosotros respetamos y queremos mucho a la tierra, que llamamos la Pacha. Ella nos da todos los elementos para poder sobrevivir, obviamente tenemos que saber desarrollarlos de manera sustentable y sostenible. Lo que hacemos es no abusar mucho de los recursos que tenemos desde la comunidad, porque usándolos de forma equilibrada y responsable los tenemos por mucho tiempo.

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¿Cómo funciona la práctica?

Mediante asamblea definimos qué servicios y actividades se pueden hacer, involucrando a la mayor cantidad de familias posible; algunas ofrecen hospedaje, guías o comedor. También hay familias que no se interesan activamente pero de alguna forma participan a través de la exposición y venta de artesanías, que es lo que más hacemos acá. Entonces de forma indirecta colaboran, aunque no apunten a hacer algo específico de turismo. Todos hacemos un esfuerzo para que nos podamos beneficiar. De esta forma se transforma el turismo rural en una actividad sustentable, porque aportan todas las familias y la gente de la comunidad. 

Por otro lado, para fortalecernos en materia turística y ayudarnos entre todos, nos agrupamos en una cooperativa junto a seis comunidades que están en la misma ruta. Porque, si bien el medio geográfico es el mismo, cada pueblito tiene un atractivo diferente. La cooperativa se llama Espejo de Sal y la integran: Rinconadillas, Sausalito, San Francisco de Alfarcito, Barrancas, Cerro Negro y Susques.

¿Hace cuántos años comenzó a desarrollarse ahí?

En el 2000 comenzamos con la actividad de turismo rural comunitario. Y en el año 2007, por intermedio del Turismo de la Nación, nos nominaron como pueblo auténtico. De hecho somos uno de los 2 pueblitos de la provincia de Jujuy nominados. Ese reconocimiento se basa en la forma de organización, la conservación de la cultura propia y la forma de construcción de viviendas y casas.

¿Cómo se vive el día a día en la comunidad?

La comunidad prácticamente es artesana. Algunos tenemos pequeños rebaños de llamas, de camélidos, y también hacemos en la época de primavera verano la siembra de hortalizas, habas, papas y maíces. Todo para el autosustento de las familias y el consumo local. 

Tenemos una posada comunitaria que manejamos entre todos, rotando cada familia. Entonces cuando llega un turista se van turnando en la atención y de ahí se saca un pequeño porcentaje. Los fondos que van quedando de esa posada, que es un fondo común, se destinan al mantenimiento de la misma. También está pensado para apoyar a las familias que necesitan ayuda con diferentes créditos, con la posibilidad de ir devolviendo ese dinero. 

¿Cuál es la historia detrás de San Francisco de Alfarcito? 

Comenzó a formarse en el año 1880 y, en ese entonces, era diferente la situación que se vivía: la vida era más difícil y sacrificada. No contaban con ninguna clase de servicios y los primeros moradores subsistían de acuerdo a sus posibilidades. Eran ganaderos y artesanos que realizaban viajes a la Quebrada de Humahuaca en burro para llevar productos locales (chalonas, charquis, sal en pan, artesanías de lana) y hacer trueque con frutas y mercaderías. 

Luego decidieron abocarse a la educación de sus hijos. No había una escuela formada, sino que contrataban maestros temporales, como una escuela ambulante. Ya en 1940 estaba formado el pueblito y empezaron a construir la iglesia, súper pintoresca y hecha con materiales locales como piedra y techos con madera de cardón. Esa fue una de las obras más importantes, que terminaron en 1946. 

Más adelante se formaron las comisiones, después el Club Deportivo El Porvenir, la escuela y así sucesivamente. Todo fue en forma progresiva porque no recibían mucha ayuda económica, que es lo que hace que las obras avancen. Era a pulmón y con esfuerzo propio.

 

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